La importancia de la exploración y el movimiento libre de los 0-1 año

El cerebro del bebé es inmaduro, de hecho sólo una estructura llamada Tronco Encefálico tiene algunas de sus funciones bien establecidas en el momento de nacer, y están ahí para asegurar su supervivencia (regulación de la respiración, la frecuencia cardíaca, regulación de la presión arterial). Otras tareas irán madurando a medida que el bebé vaya haciendo ciertas experiencias.

La maduración del cerebro tendrá lugar durante toda su infancia a través de una estructura en forma de red e interconexiones neuronales. Cuanto más densa es la red, a más conexiones nerviosas, mayor liberación de sustancias transmisoras, mayor calidad en los mecanismos de retroalimentación y aprendizaje del cerebro. Se estima que en la vida de un bebé recién nacido se crean más de 4 MILLONES de conexiones nuevas CADA MINUTO.

Esta maduración del cerebro tendrá lugar durante toda la infancia, pero el primer año de vida será crucial para sentar las bases del desarrollo posterior.

Este proceso no sucede por sí solo, sino que se realiza a través de la estimulación de los sentidos vestibulares (oído), táctil y del movimiento. Aquí radica la importancia del bebé de ser estimulado a través del tacto, del movimiento libre, de la voz, texturas y terrenos...

Es necesario que toquemos al bebé, que lo abracemos, que lo acunamos, que lo dejemos mover libremente... Sólo de esta manera irá adquiriendo unos patrones de movimiento  y regulando un tono muscular.

un buen tono muscular es muy necesario por ejemplo: para levantar la cabeza, mirar a su alrededor, interaccionar, girarse, sostenerse sobre los brazos, girar, sentarse, gatear, caminar...

Los bebés que no son capaces de moverse libremente para explorar el mundo, que siempre son transportados, tienen menos tono muscular, tendrán menos estimulación del neocórtex y de los lóbulos frontales de modo que serán lentos, hipoactivos, con falta de atención y tardarán en desarrollar -se psicomotriument hablando o se saltarán algunas de las etapas: volteo, rastreo, sedestación, cuadrupedia, gateo y caminar.

Sin embargo, la falta de estímulos puede impedir la formación de mielina en torno a las fibras nerviosas, lo que afecta a su velocidad de transmisión de las señales nerviosas.

Todo lo que obstaculiza el desarrollo motor del niño y sus movimientos repercutirá en el desarrollo del cerebro. y debe hacerse desde el autodescubrimiento.

Sentarse de forma prolongada, ya sea en un cochecito, una hamaca, una silla, portear constantemente, tenerlos siempre a hombros, o en su regazo... impide una maduración adecuada del cerebro.
El recién nacido debe afrontarse en la tarea de programar sus sentidos del equilibrio, la propiocepción, motricidad y moverse libremente sobre el suelo y para hacer a esta programación altamente eficaz debe hacerlo a través de movimientos precisos, secuenciados y descubiertos por sí mismo.

De ahí que en muchas escuelas infantiles de 80 países del mundo comiencen las clases haciendo un calentamiento con el que dicen BRAIN GYM, son una serie de ejercicios secuenciados, coordinados, rítmicos y suaves que favorecen al máximo las conexiones neuronales y inter-emisos , la concentración, el habla, la finura ejecutiva, la escritura, el lenguaje...

Dada la importancia de la integración neurosensorial, nuestras profesionales en fisioterapia, osteopatía, logopedia y optometría son conocedoras de la importancia de un buen desarrollo psicomotriz para garantizar un buen desarrollo cerebral tanto en el ámbito emocional (hablaremos en otro post de como los movimientos del bebé son importantes para el desarrollo del sistema límbico), sensitivo y motriz.

Por este motivo  en MOSAIC en nuestras anamnesis dedicamos un tiempo de gran valor a averiguar qué contexto psicomotor ha vivido el niño: de hecho si un bebé se ha saltado alguna etapa, hay un motivo detrás, un bebé no tiene pereza , ni baguea... si no hace algo es porque no puede, hay que buscarlo, corregirlo e integrarlo.

Texto escrito por Jèssica Hernández Sánchez

Fisioterapeuta i Osteópata